Vino y Cordero
Un imperdible de la solidaridad
por Magdalena Cárcamo
Esta es la segunda vez que asisto a una actividad que combina lo mejor del ser humano: solidaridad, empatía, vocación de servicio, sencillez, alegría y entretención.
El mundo está deprimido. Los discursos son pesimistas y los jóvenes no gozan de buena fama. “Son flojos”, “En nuestra época uno era mucho más responsable”, “Sólo les interesa su metro cuadrado” son frases que se escuchan con tanta frecuencia que entristece.
Y puede tener mucho de cierto, pero no me gustan las generalizaciones y una iniciativa como la de “Reñaca Más Alto” confirma que SÍ hay muchos jóvenes que quieren hacer del mundo un lugar mejor, a los que no les da lo mismo lo que pase a unos pocos kilómetros de sus casas y que finalmente confirma que es verdad eso de que “las buenas noticias, no son noticia”. El que no veamos algo no quiere decir que no suceda. Y en “Reñaca Más Alto” son demasiadas las cosas buenas que pasan y que muchos desconocíamos hasta hace un tiempo.
“Reñaca Más Alto” es liderado por un grupo de jóvenes que han trabajado con un profesionalismo y pasión única. No sólo quieren mejorar las condiciones de vida de un grupo, si no ante todo vincularse con sus historias, sus alegrías, sus anhelos y tristezas con nombre y apellido. Han hecho un trabajo formidable, comprometido y sostenido en el tiempo. Están ahí los días de lluvia reforzando las tareas de los más chicos, llegan temprano después de un carrete para preparar el comedor solidario, aún en períodos de exámenes asisten a realizar el Preuniversitario para los jóvenes que rendirán la PSU y no temen en llamar a quien sea para pedir ayuda cuando se necesitan materiales para mejorar y construir viviendas verdaderamente dignas… están ahí cuando nadie los ve, pero cuando la gente de Reñaca Alto más los necesita.
¡Y además son creativos! Hace uno años para recaudar fondos y dar a conocer esta maravillosa iniciativa se propusieron mezclar entretención con solidaridad. Y la propuesta es simple: por un monto muy accesible el que asiste tiene derecho a vino y cordero. Nada pomposo, ni pretencioso y eso mismo lo hace una velada única. Es tanto el cariño que hay en cada detalle, desde como atienden a sus invitados, la cálida decoración del Santuario de Los Pinos y el amor que le ponen los parrilleros, que cada versión es siempre única e irrepetible. Cada vez que salgo de una de ellas lo hago esperanzada y feliz al darme cuenta que son muchos los que trabajando con perseverancia y entrega, están convencidos de que los cambios no se promueven a través de críticas en el muro de Facebook o twitteos destemplados. Los cambios reales se generan con la entrega hacia los demás, con entusiasmo, constancia y ante todo el profundo respeto por la dignidad del otro. ¡Felicitaciones! Y a los que no han ido, anímense para el próximo año. Les prometo que no se arrepentirán.